Esta cueva natural de pequeñas dimensiones (3,20 x 2,60 m de planta y 1,90 m de altura máxima) fue descubierto en 1960 y estudiado por Sebastián Jiménez Sánchez. Tiene en su interior 13 figuras humanas pintadas sobre la roca, pero las que mejor se conservan, que son las que aquí se muestran, se encuentran al fondo de la cavidad, donde no ha afectado con tanta intensidad la acción de los agentes atmosféricos.

Las pinturas fueron realizadas con almagre, probablemente disuelto en grasa animal y sin la utilización de pinceles, solamente con los dedos, pues el ancho de los trazos coincide con las huellas de un dedo. La longitud de las figuras oscila entre los 15 y los 40 cm. Las figuras son estilizadas y presentan una tipología variada (asexuadas, ápodas, bípedas, sexuadas, con dedos indicados), pero en todas ellas se aprecia la cabeza. Algunas presentan rasgos itifálicos, lo que ha llevado a interpretar este yacimiento como un santuario destinado a las prácticas sexuales de fertilidad, fecundidad o iniciación.

Por su tipología, las figuras humanas guardan relación con algunas de las del Barranco de Balos o del Morro de las Chocillas, en Gran Canaria, y con las documentadas en distintos yacimientos de la Kabilia amazigh, al norte de Argelia.

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